“No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así. “
Esta inspiradora frase de Shakespeare explica muchas de las cuestiones que acaban en malentendidos y discusiones tanto en el ámbito familiar como en el laboral ya que lo que hace que algo sea bueno o malo es nuestra interpretación de las circunstancias o de los hechos.
Para hacer esta interpretación, antes tendríamos que acordar qué es lo que ha ocurrido o qué hemos visto o pasado para llegar a una visión común de lo que vamos a hablar. Sin embargo en la mayoría de las ocasiones comenzamos la casa por el tejado y damos por hecho que partimos de la misma base cuando nuestras experiencias las vivimos e interiorizamos desde orígenes totalmente distintos.
Además de esto, no conseguir detectar las emociones que nos embargan en cualquier momento y no creer que son fruto de nuestros propios estados de ánimo gestados en nuestros pensamientos hace que la cuestión se complique aún más.
Una parte enorme de nuestra infelicidad parte de estas interpretaciones y suposiciones de que todo el mundo piensa y siente como nosotros y que lo que no nos va a molestar, a otros tampoco lo hará y cual es nuestra sorpresa cuando sí lo hace y no entendemos el porqué.
Apenas escuchamos y respetamos lo que el otro nos dice, infravaloramos sus explicaciones sobre lo que les molesta, no observamos a qué estímulos responde o qué puede enfadarle o disgustarle. Nosotros seguimos pensando en y como nosotros mismos y en que, por supuesto, somos quienes tenemos la razón.
Creer que los demás son susceptibles o quisquillosos es una forma simple de disculpar nuestra falta de empatía para entender que los demás sienten diferente. Cada uno tenemos nuestra trayectoria vital, única, intransferible, nuestro desarrollo personal, nuestro nivel de consciencia y por muy bajo o no representativos que sean, no son excusa para no utilizar cada día que pasa para mejorar nuestra detección de las emociones de los demás.
Existe una diferencia enorme entre lo que pasa en la vida y cómo nosotros lo interpretamos que hace que de ello dependa nuestra felicidad. La manera en la que unimos causa y efecto puede hacer que los episodios que consideramos negativos sean un aprendizaje o anclas que nos hacen concluir que nuestra vida no merece la pena. Todo depende de como nosotros los almacenemos.
Muchas de las cuestiones que almacenamos como negativas nos pesan tanto que apenas podemos ver en ellas la oportunidad que ese cambio o hecho representa, dejándonos bloqueados durante un tiempo precioso en el que sólo necesitamos vivir.
Si observas a los demás al final te darás cuenta de que la mayoría de las veces lo que te dicen, recomiendan o critican se basa en lo que le ocupa y preocupa a ellos mismos y que tú recepcionas como si fueses protagonista indiscutible cuando ellos apenas te divisan en el escenario.
La mayoría de las cuestiones que nos preocupan no tienen la importancia que le damos, ni sirven para algo más que para turbar nuestra paz interior y robarnos energía y vida a raudales. Ser capaces de interpretar lo que os ocurre de manera positiva es gran parte de nuestra felicidad.
Cierto es que nadie dijo que fuese fácil pero si queremos mejorar , tendremos que tener claro como Aristóteles que “ la felicidad depende de nosotros mismos” sobre todo de nuestras suposiciones e interpretaciones.
Tomado de http://arucacoach.me/2015/09/07/no-hay-hechos-solo-interpretaciones-nietzche/