Por Dinorah Jiménez Siles
Todos conocen a alguien que trabaja día y noche, que se lleva el trabajo a casa o que extienden su jornada en la oficina, sin darse cuenta de que termina relegando otros aspectos de su vida. Aquellos trabajadores que, de forma gradual, van perdiendo estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder son llamamos «trabajólicos» o «workaholics» (derivado de su nombre original en inglés). Ambas, son formas de denominar a los «adictos al trabajo».
Si bien no hay una definición médica para esta condición, algunas formas de estrés y el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva pueden estar relacionados con el exceso de trabajo. Generalmente son personas perfeccionistas, incapaces de delegar tareas o de saber decir que no a las demandas de su jefe o compañeros. También puede ser que tengan problemas para organizarse, carezcan de estrategias para organizar el tiempo e incluso acarreen problemas familiares por lo que elijan posponer su regreso al hogar.
La adicción al trabajo, a diferencia de otras adicciones, es difícil de identificar. Además de que el adicto al trabajo suele negarlo, se trata de una de las adicciones de comportamiento más aceptadas y justificadas socialmente. Trabajar más de la cuenta pareciera hoy ser algo respetable. En un intento por progresar y ante la alta competitividad del mercado, tener que esforzarse mucho en el trabajo suena lógico y necesario. El punto es que las personas con adicción al trabajo suelen trabajar fuera de hora sin que esto sea necesario, dedicando un tiempo excesivo a su labor profesional y sintiéndose mal si no lo hacen.
De modo que, hay en el workaholic una necesidad incontrolable de trabajar de forma constante.
Es así como se desinteresan por otras facetas de su vida, como hobbies o relaciones personales. Así, tienden al aislamiento, al malhumor y derivan en problemas de salud, tiempo libre muy reducido y alteraciones del sueño.
Trabajar en exceso no sólo es malo para el individuo, sino que a largo plazo termina siendo poco ventajoso para la empresa en la que el workaholic se desempeña ya que aumenta la probabilidad de que la persona desarrolle alguna patología física o psicológica, o tenga algún problema familiar, lo cual en definitiva, de una u otra forma, afecta su desempeño laboral.
Claramente, no toda dedicación intensa al trabajo es adicción. Hay personas que trabajan mucho pero que saben desconectarse en su tiempo libre y disfrutarlo. Lo cierto es que, un empleado que puede equilibrar las actividades laborales, familiares y personales siempre será un empleado que rendirá más a largo plazo. Por eso, es necesario plantearse si el trabajo es un disfrute o una vía de escape; y no dejar de destinar tiempo a otros aspectos de la vida, ya que esto terminará impactando positivamente en el desempeño laboral. Es importante poder reconocer cuándo el trabajo puede ser terminado otro día y escoger las prioridades de forma saludable, recordando que la clave está en alcanzar el tan escurridizo equilibrio vida/trabajo.
Tener una vida personal plena también mejora radicalmente la productividad laboral.
Por: Fernando Gabriel Scinardo Profesional Universitario de Relaciones Laborales