LA PARTIDA DE AJEDREZ
Al sultán le gustaba mucho jugar al ajedrez con Delkak, pero cada vez que este último le daba jaque mate, sentía una violenta cólera.
“¡Así seas condenado!” le gritaba.
Tomaba las piezas del tablero y se las lanzaba a la cabeza.
“¡Toma! ¡Ahí tienes al rey!” decía.
Delkak, con mucha paciencia, esperaba el socorro de Dios. Un día, el sultán le ordenó que jugara una partida y Delkak se puso a temblar como si se encontrase desnudo sobre el hielo. El sultán perdió de nuevo. Cuando llegó el momento fatal, Delkak se refugió en un rincón de la habitación y se ocultó detrás de seis capas de edredones para protegerse del lanzamiento de las piezas.
“¿Qué haces?” le preguntó el sultán.
Desde debajo de los edredones, Delkak le respondió:
“¡Dos veces condenado seas! Cuando tu cólera se desborda, nadie se atreve a decir la verdad. Eres tú quien ha perdido la partida, pero, en realidad soy yo el que sufre el jaque mate por tus golpes y me veo obligado a protegerme bajo los edredones para decirte: ¡Condenado seas!”
Si te sientes reflejado en este cuento sufí y utilizas la ira para defenderte y conseguir tus propósitos sin darte cuenta de que en realidad sólo te estás provocando sufrimiento a ti mismo.No te des por vencido, este hábito de dejarte llevar por ella, lo puedes modificar.
Muchos problemas físicos y cuestiones como alergias y dolores son muchas veces la manifestación de no liberar estas emociones negativas que nos provoca nuestra mente.
También la ira es muchas veces manifestación de miedo, a cambiar, a madurar, a envejecer, y nos dejamos llevar por esta energía negativa sin darnos siquiera cuenta del tiempo tan precioso que con ello perdemos y el estado interno en el que nos quedamos después.
Tanto cuando la expresamos y exteriorizamos como cuando la ocultamos y reprimimos la ira crece y crece y se fortalece,se convierte en un hábito, en una respuesta automática. Se manifiesta en nuestro cuerpo y en nuestra mente.
El pensamiento budista nos invita a abrazar este dolor, este miedo de manera que seamos conscientes de que es éste y no otras cuestiones externas, la semilla de nuestra ira.
Reconocerlo es un paso que nos lleva a la disposición de no herirnos inútilmente ni a nosotros ni a los demás, de poder pedir perdón sin que ello nos cueste, sabiendo que somos nosotros mismos los que padeceremos si no lo hacemos.
El budismo ofrece la práctica de los Cinco Recordatorios que invito a probar.
- Mi naturaleza es la de envejecer. No puedo huir de la vejez.
- Mi naturaleza es la de enfermar. No puedo huir de la enfermedad.
- Mi naturaleza es la de morir. No puedo huir de la muerte.
- La naturaleza de todas las cosas y personas es la del cambio. No hay manera de evitar separarme de ellas. Nada puedo conservar. Vine al mundo con las manos vacías y lo abandonaré del mismo modo.
- Mis acciones son las únicas y verdaderas pertenencias que tengo. No puedo huir de las consecuencias de mis acciones. Ellas son el suelo en el que me apoyo
Esta práctica acompañada de una respiración profunda consciente te ayuda a cuidar tu ira. Inspirando eres consciente de todo tu cuerpo al igual que expirando.
Reconcíliate contigo mismo y tus miedos para poder ser feliz.
En lugar de “tranquilízate”, tu mantra es “Respira consciente”.
Tomado de http://arucacoach.me/