No sé si alguna vez habéis reparado en ello, porque conocéis a alguien en quien lo podéis ver reflejado o quizá os ocurra a vosotros mimos.
Cuando estamos todo el tiempo pendientes de nosotros mismos, de qué no duele, qué nos pasa, cómo nos sentimos y quién nos presta atención o no, desarrollamos un individualismo extremo que nos dificulta salir de ese estado y disfrutar y ocuparnos de quienes están y lo que ocurre a nuestro alrededor.
Somos capaces de saber cuándo fue la última vez que nos dolió la cabeza, o el codo, cuando nuestro jefe o compañero nos hizo esto o lo otro, cuándo salió esa nueva cana o arruga o los gramos exactos que hemos ganado o perdido desde la semana pasada. Sin embargo no sabemos nada de las personas en nuestro entorno, de las que se supone que queremos y nos importan.
Apenas podemos decir si…
Ver la entrada original 471 palabras más