Tú eres el caminante. Eres el caminante de tu propia vida, como todo en la vida, estás en el punto donde se abren los dos caminos; uno es el de la autodependencia y otro el de la dependencia. Cuando en la vida se abre dos caminos es porque estás en la crisis, en la pérdida, en el dolor. Y probablemente no sabes cuál es el camino que lleva de la dependencia y cuál es el que lleva a la autodependencia. En la bifurcación del camino ambos son igual: destapado, sin pavimentar, lleno de piedras, huecos, polvo con dolor y espinosos.
Por M.C. Leticia Rivas Serrano
El camino de la dependencia a veces parece más suave, siempre estará destapado y es insoportable desde el principio hasta su final, termina destruyéndote. Comienza con la ruptura: aquellos pleitos, los gritos, desesperación, reconciliación, enojos, momentos más largos de pleitos, que de estar contentos, las lesiones en el cuerpo y en la mente, estados de pánico no reconocidos.
Has perdido tanto que te duele reconocerlo. No crees que esto te haya pasado a ti. Dudas. Crees que sólo fue una pesadilla. Crees que tu perdida no se ha dado y que en cualquier momento regresarán. No sientes nada, ni tristeza ni dolor. Nada! Solo una indiferencia. Estás en el punto de la INCREDULIDAD. Después ya sabes que todo fue cierto, tu cuerpo se resiente, tu alma sufre. Te asustas con eso. Son muchas las piedras, los huecos, las espinas y el polvo. No quieres pasar por ellos. De pronto aparece un camino que no parece tan destapado y difícil. Estás tan cansado de sufrir que lo coges como la salvación. Parece que no hay más piedras, que no hay más polvo, que no hay más huecos, no hay espinas. Parece ser tu escapatoria. Es entonces cuando descubres que ese camino es el de la autocompasión. Huyes, tratas de escapar del sufrimiento con cualquier remedio a la mano. Evitas sentir lo que estás sintiendo. Evitas manifestar lo que estás sintiendo. Compites con otras personas para ganarles y conseguir más ayuda, más protección. Más regalos, más atención. Estás tan ocupado en esto que te olvidas del dolor y de la pérdida que acabas de tener. También puede ser que te des cuenta de que si muestras tu sufrimiento, otros te compadecerán y te ayudarán. Entonces comienzas, sin proponértelo, a exagerar tus sufrimientos para conseguir ayuda en todo momento y en toda actividad. Cueste lo que cueste.
Al cabo de poco tiempo, descubres que tu camino milagroso de escape te ha llevado a un peor problema. Tus emociones escondidas hacen una brusca aparición, como un volcán, un volcán que explota y escupe su caliente veneno sobre víctimas inocentes, y vas a entrar en una crisis, más fuerte que si la hubieras afrontado
Esta nueva crisis puede tener muchas formas distintas, todas perjudiciales. Podrías querer una completa inactividad, llena de pereza o desinterés. O, al contrario, podrías querer distraerte con movimientos y actividades a toda hora. O podrías querer encerrarte dentro de tu mente y sólo pensar en tu ruptura y en tu pérdida. Podrías enfermarte crónicamente. Podrías caer en el vicio del trago o de las drogas para esconder tus penas. Podrías perder tus mejores amistades. Podrías tomar decisiones equivocadas o impulsivas. Podrías sentir que nada vale la pena e intentar matarte. O podrías meterte en un mundo de fantasía que excluye la realidad.
Todo llegará a tal punto que querrás regresar para recorrer el camino de la autodependencia, aunque parezca más destapado, porque nada puede ser peor que éste. Y lo podrás hacer. El camino de la autodependencia siempre te estará espera cuando estés dispuesto a enfrentar unas cuantas piedras y un poco de dolor, polvo y espinas para llegar al pavimento. Cualquier cosa es menos mala que el camino de la dependencia.
Sin embargo, el camino de la autodependencia, poco a poco va pavimentándose hasta que queda casi perfecto. De vez en cuando encontrarás una piedra o un pequeño huequito pero casi todo está en perfectas condiciones. El camino de la autodependencia comienza igual que el camino de la dependencia; con la ruptura: aquellos pleitos, los gritos, desesperación, reconciliación, enojos, momentos más largos de pleitos que de estar contentos, las lesiones en el cuerpo y en la mente, estados de pánico no reconocidos. Pasa un tiempo y ya no está en el sitio ni en el momento de la ruptura. Has perdido tanto que te duele reconocerlo. No crees que esto te haya pasado a ti. Dudas. Crees que sólo fue una pesadilla. Crees que tu perdida no se ha dado y que en cualquier momento regresarán. No sientes nada, ni tristeza ni dolor. Nada! Solo una indiferencia. Estás en el punto de la INCREDULIDAD. Tu cuerpo y tu mente son sabios. Saben que necesitas ese tiempo para prepararte para el largo camino de la autodependencia. Tu incredulidad es normal, natural y necesaria para tu recuperación; no vivirla es peligroso.
Pasa otro tiempo y es necesario seguir caminando por la vida. Te das cuenta de que no fue una pesadilla; todo pasó de verdad. Has perdido a tu ser querido, lo has perdido casi todo. Tu cuerpo está resentido y es normal que esté así. Es mucha la perdida y el camino se hace pesado y doloroso. Tienes problemas: físicos, estás cansado, te duele la cabeza o las piernas o el estómago, sientes hasta indigestión, no puedes comer, no puedes dormir bien, tienes palpitaciones y hasta te falta el aire. Estás muy nervioso, desasosegado. Nada te interesa. No hay orden en tu vida. La rutina que antes llevabas se ha perdido con tantas otras cosas. Ahora, todo es distinto. A veces tienes hasta ideas raras, piensas que tu ser querido va a volver como si nada hubiera pasado. Recuerdas que te has quedado sin lo que más querías y no tienes ganas de vivir. A veces quieres morir. Estás enojada, de mal genio y te sientes descontrolado. A ratos estás muy triste y lloras mucho. A ratos sientes mucha rabia con la vida, con el que te dejo, con la naturaleza, con todo el mundo y con Dios. Y es muy normal y natural que sientas eso. Son otras piedras en el camino, son otros hoyos que hay que sanar. Si no las pasas, no vas a llegar al pavimento.
También sientes miedo, miedo a todo: a un futuro incierto, a otra ruptura, a lo que pasará. También puedes estar sintiéndote culpable: por no hacer eso o aquello, por haber actuado de aquella manera y no de esa, etc. Todo eso es normal, natural y necesario.
Pasados el tiempo, todas esas reacciones habrán comenzado a disminuir. Cada día vas a encontrar menos piedras en el camino. Estarás entrando en el pavimento del camino de la oportunidad. Como ya no tienes que gastar tus energías en saltar piedras y tratar de ver a través del polvo de los sentimientos y dolores, tendrás tiempo para pensar serenamente y reflexionar en lo que vas a hacer con tu vida. Planearás actividades, empezarás una nueva vida en colaboración con otras personas. Estarás creciendo como persona. Estarás madurando. De vez en cuando vendrá algún recuerdo triste, un sentimiento tormentoso, pero pasarás pronto a la luz que llegó a tu valle oscuro. Habrás encontrado los triunfos que lleva el camino de la autodependencia.
Tomado de https://creeyse.wordpress.com/2015/06/09/el-camino-de-la-autodependencia/
Muchas gracias!!! me encanto!!!
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Muchas gracias por tu comentario!
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