Es curioso como desde tiempos inmemoriables lo diferente, lo desconocido, lo extraño nos produce un miedo absurdo que nos empuja a la incertidumbre, al letargo del conocimiento o directamente a los brazos de la “siempre” sincera y cálida ignorancia.
Cuando el cielo rompía en llantos y lloros nos refugiábamos en el calor de una hoguera esperando respuesta, o peor, buscándola sin conocimiento. Que decir de las noches, frías y oscuras, llenas de vida y diversidad. Cuando las sombras se abren paso lenta y sinuosamente al ritmo constante de una balada de amor, que insinúa e invita, hasta que es demasiado tarde y te ves en vuelto en sus tórridos y largos e interminables brazos. Nos arropamos nos arrejuntamos y nuestras miradas se cruzan en un vaivén hipnótico en busca de esa luz en sus ojos, de ese hombro en el que llorar y de ese corazón que se convierte “por el momento” en nuestro hogar.
Irónicamente en medio del caos y la incertidumbre buscamos refugio en otras personas cuando abandonados por nuestro coraje se abre paso el desasosiego en el desdén de nuestras almas. Tenemos que saborear y movernos en la turbación para conocernos mejor. una vez hallado el tan ansiado anhelo en nuestro corazón no habrá limite cual superar, ya no importara quien toque la canción… Ni el mismísimo “Barón Samedi” será capaz al ritmo de un blues satánico, inspirarnos a la retirada de tan esperpéntico baile.
Las tinieblas siempre acecharan la luz más pura. En la sombra aguardan, pacientes… En una relativa calma y con el tiempo a su favor. No temas, convive con el miedo pues él te abrirá las puertas en las noches más oscuras, una vez pasado caminarás y caminarás… Sin parada alguna recordarás:
Camina siempre por lo segado.
Fuente: https://liduha.wordpress.com/2015/01/23/quien-dijo-miedo/