Mucho se ha escrito acerca de lo que sentimos, de lo que somos, de cómo actuamos y de la necesidad de cambiar esto, aquello y lo de más allá (sin dar soluciones concretas en algunos casos). Dicho de otra manera, nunca ha existido tal cantidad de información que creo, sinceramente, que es tan malo como la inexistencia de la misma. Todos los que escribimos tenemos colgado el cartel de la falta de novedad u originalidad, y no es poco cierto pues como he dicho anteriormente existe información acerca de todo lo que uno pueda desear.
Una vez dicho lo cual, me permito exponer por lo tanto un problema de “déficit” de contenidos originales y que nos ayuden a desmenuzar, desgranar, radiografiar y diagnosticar sin paliativos el tema que nos interese en un momento dado. Coincido con Daniel Goleman a la hora de afirmar que “la conciencia de uno mismo constituye una especie de barómetro interno que nos dice si la actividad que estamos llevando a cabo o la que vamos a emprender, merece realmente la pena y que los sentimientos nos proporcionan una imagen global de toda situación.”
Conciencia, sentimientos, palabras cuyos conceptos “cada uno” los entiende a su modo y puede que le conceda mayor o menor atención. Para otros, directamente no existen al relacionarlos con la debilidad o la religión . Es por ello importante destacar en este momento, que no es necesario creer en Dios para tener fe; que no es necesario creer incluso en el amor para ser amado. Pero el ser humano parece empecinado en desafiar todo concepto, de cara a justificar su posición ante lo que emprende y estando dispuesto a cambiar de opinión por motivos instrumentales de cara a conseguir lo que simplemente son objetivos parciales. Y en dicha “rueda instrumental” pasa atrapado un tiempo en el que incluso llega a desconectar de la propia realidad.
Y ante esto, yo planteo las cuestiones siguientes: ¿Tiene consecuencias “traicionar” nuestros propios valores personales? En segundo lugar, si se cree que tienen consecuencias, ¿Cuales son esas consecuencias o “síntomas” que padecen las personas que no escuchan su “brújula” interior? Y en tercer lugar, una pregunta congruente sería averiguar qué sucede cuando creemos que tienen consecuencias nuestras traiciones a la conciencia, las sufrimos y, sin embargo, continuamos como si fuéramos capaces de ignorarlas.
Es un reto muy bonito el que hay por delante y he de remarcar que es un tema el de la conciencia (o Alma para muchos) y los sentimientos muy personal y que cada caso es diferente del otro, por más que se nos venda que hay una solución única (las soluciones únicas son lo contrario de cualquier solución, al menos que se busque una solución-excusa adhoc parcial o como excusa para otro tipo de soluciones). Dicho lo cual, me atrevo a decir que debemos tener presente e intentar seguir las sensaciones que tenemos en el día a día, tanto personal como profesionalmente, para evitar que surjan sentimientos encontrados en el medio plazo. Porque si no las seguimos surgirán necesariamente y sin que podamos hacer nada, discrepancias entre nuestros valores y nuestros sentimientos entre lo que hacemos y cómo nos sentimos con lo que hacemos. El resultado de esas discrepancias tendrá como denominador común inquietudes manifestadas en formas de duda, vergüenza, culpabilidad, remordimientos… Y será muy distinto en términos de frecuencia, duración e intensidad y siempre diferentes en función de los valores o principios de la propia persona.
Si bien, cabe tener claro que estamos hablando de una manifestación inconsciente de procesos más o menos conscientes, que puede que en algunos casos nunca sea reconocida por el propio sujeto…
Tomado de http://bloginteligente.com/