Estamos sometidos a tantos impactos sensoriales a lo largo de nuestro día, que en muchas ocasiones conviene parar un poco, ver adónde vamos y para qué.
Una de las razones por las que merece la pena esta reflexión, es porque en muchas ocasiones, nuestro objetivo vital está demasiado matizado por lo que vemos y escuchamos hasta incluso desvirtuarse con respecto a lo que nosotros deseamos.
Amalgamamos las opiniones y consejos de nuestras madres, padres, amigos, medios de comunicación, gurús, etc, tejiendo una concepción de cuestiones tan importantes de delimitar como qué es el éxito para nosotros, haciéndolo con los modelos de los demás. Patrones, que no revisamos cada cierto tiempo para ver si son realmente nuestros deseos, con lo que conseguimos acabar lamentándonos, cuando tenemos más tiempo para mirar atrás.
Si para ti el éxito se reduce a que consigas reconocimiento y dinero, quizás tengas una visión un tanto reduccionista, que pueda llevarte a un vacío existencial.
El éxito en “todo”, es prácticamente una quimera, así que llegar a un equilibrio personal que nos satisfaga, será nuestra conquista. Teniendo claro que nadie puede juzgar a nadie por su elección puesto que el objetivo de todos es nuestra felicidad y el camino para vivirla es personal e intransferible.
Si alguien prefiere su éxito profesional y para ello tiene que minorar otras dedicaciones de su vida, fenomenal. Si alguien decide que su vida familiar es lo que le satisface y es su misión, adelante. Quien la quiere dedicar a los demás, bienvenido sea. Lo que a ti te haga feliz, siempre que lo elijas tú e independientemente de lo que digan, hasta tal punto, que ni te molestes en justificarte o explicarte porque lo tienes tan claro, que no lo necesitas.
Si algo aprendes cuando reflexionas sobre el éxito es que a veces no es nada fácil la elección, con tanta información contradictoria y tanto “lo que deberías”, “lo que estás bien” o “lo que está mal”, se complica. Lo ideal es revisarla tú mismo, con tu perspectiva y tan a menudo que siempre puedas identificarte con ella, a la vez que te encuentras absolutamente incapaz de juzgar las elecciones de otros. A veces quien más juzga a los demás es quien más lucha interna tiene, eso lo acabarás concluyendo seguro por ti mismo. Incluso esta reflexión te va a hacer entender y comprender cada vez más las razones que les llevan a esas decisiones y te empujará a animarles en sus desarrollos vitales, sin cuestionarles.
Ese esfuerzo para hacer una elección, hace que les considere valientes para querer conducir sus vidas hacia donde desean, para establecer esos objetivos. Sin intentar mediar ni influir en sus decisiones, lo que a ti te sirve puede arruinar la vida de otro, infundiéndole miedos o prejuicios. No vendas consejos, cuando tú no los quieres y además no los necesitas.
Lo que realmente necesitamos es el coraje suficiente para mirarnos nosotros mismos, en nuestro interior y buscar las razones por las que nos merece vivir, trabajar,etc. Reconociendo los valores que nos motivan y que producen nuestros comportamientos para entonces actuar conforme a ellos, al margen de las actuaciones y opiniones de los demás.
No compres versiones del éxito a otros.
¡Constrúyete la tuya!
Visto en http://arucacoach.me/