El egoísmo bien entendido

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El egocentrismo: una triste cualidad que compartimos todos los seres vivos. Pero no cabe duda de que hasta cierto punto es necesario, desde el punto de vista instintivo, pues en virtud de esta común particularidad, es el impulso primario que nos ayuda a cuidar ante todo de nosotros mismos, nos ayuda a sobrevivir en las ásperas condiciones que nos toca vivir, sean estas físicas, morales, de entorno, económicas, etc. –recordemos que la Tierra no es precisamente el Paraíso.

No obstante, a esta tendencia propia de cada uno le toca sublimarse. De ello se han encargado mucho las religiones. Acaso el pecado original del Génesis se refiera a esa propiedad que compartimos todas las criaturas vivas, en suma, la soberbia es hija del egocentrismo después de todo y que la promesa de redimirnos de aquel “pecado” es la práctica del amor: Jesús predicó con palabra y ejemplo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En tal sentido, si no supiéramos cómo amarnos y cuidarnos, no sabríamos cómo hacerlo a los demás; desde este punto de vista, vemos cómo el mal ponderado Egoísmo nos sirve como herramienta para algo tan trascendente como el Amor.

Ya Platón, discípulo de Sócrates nos recomendaba “Conócete a ti mismo”. Bien entendido, el apasionamiento por nosotros mismos es lo que nos lleva a observar la naturaleza humana; observar lo que hay en mí es reconocer lo que hay en el otro y viceversa. Aristóteles creía que la esencia de la felicidad consiste en bastarse a sí mismo. Colegimos entonces, que el sano egoísmo es el resorte que nos procura ser mejores, a querer alcanzar nuestras más altas metas, nuestros más acariciados sueños. Es el que nos hace darnos cuenta de nuestra propia valía. Este amor propio, llevado a ultranza en la primera fase egoísta de nuestra conducta humana y luego canalizado en sana autoestima, nos otorga felicidad, como dice Spinoza: “La felicidad consiste en lo siguiente: que el hombre pueda conservar su propio ser”. Pero ¿qué sucede cuándo un “yo” se para frente a otro “yo”?, lo más probable es que haya una pequeña o gran lucha de egos, dependiendo el caso. Por lo general un ego querrá prevalecer sobre el otro. Si el sometimiento es civilizado, se llamará persuasión, convencimiento. Si es primitivo, será opresión, prepotencia, tiranía.

Todas las filosofías, religiones y escuelas psicológicas coinciden en presentar al ser humano como un ente egocentrista desde su nacimiento y en las primeras etapas de la vida. Corresponde equilibrar esta posición con el llamado “egoísmo altruista” que propugna el médico y científico Hans Selye. Nuestro llamado natural e inherente como Humanidad es alcanzar la armonía: vivir plenamente y con felicidad; esta se logra aplicando esta filosofía del “egoísmo altruista”. Es una conquista. Es un esfuerzo constante, es estar atentos a las necesidades del prójimo -desde cualquier ámbito- y la recompensa no tarda en llegar: buena voluntad, ambiente sano, relaciones armónicas -la gran mayoría de veces-, porque está claro que no todos participan del modo como deseamos, pues como dice el propio Dr. Selye: “no se puede abrazar a un erizo” y sabemos de sobra que anda por allí no poca gente haciendo gala de sus púas.

Esto no tiene nada que ver con lo grandilocuente y ceremonioso de las religiones y del mandato imperativo de “amarse los unos a los otros”. Es antinatural amar por deber.

Es simplemente por razones prácticas, por el buen convivir. Por eso se le llama “egoísmo altruista”, se usa como una llave para relajar la tensión del clima social. Para relajar nuestro sistema defensivo y vivir sin distrés, para modificar ese egoísmo natural que despierta temor y hostilidad para no salir perdiendo en aquella prevista lucha de egos y evitar ser esos “homo homini lupus” (el hombre para con el otro hombre es un lobo), de Plauto, citado luego por Bacon y posteriormente por Tomas Hobbes. El guiño es que con la práctica de esta buena costumbre se nos abren puertas en las que recordamos que todo este asunto de la separación de individualidades es una herejía y que todos somos engranajes de la Unidad. Entonces, a partir de allí comenzará una muy nueva y distinta historia.

Seamos felices, el tiempo es Ahora.

Tomado de http://lourdesconelalma.wordpress.com/

Acerca de Ing. Gustavo Vittek

Ingeniero Industrial (ITBA), eMBA (Universidad Siglo 21), CPIM (APICS, CIRM (APICS). En el año 2014 tomo contacto con Diseño Humano, una herramienta que permite conocer nuestro ser original, sin los condicionamientos de nuestra educación formal e informal. De una manera gráfica, simple y práctica, Diseño Humano nos permite conocer nuestra esencia, nuestros dones y áreas de aprendizaje, a la vez que nos muestra la forma correcta de llevar adelante nuestra vida, tomando decisiones desde el lugar correcto de nuestro diseño. Tenemos en nuestras manos el manual de instrucciones para llevar adelante nuestra vida de la forma más fluida y alineada con nuestra esencia. En abril de 2018 recibo la certificación de Analista de Diseño Humano Consciente, con especialización en relaciones. Estoy habilitado para hacer lecturas estratégicas, lecturas integradoras y de propósito de vida. Las lecturas de relaciones orientan a todo tipo de parejas en cuanto a las áreas de apoyo de potencial conflicto en la relación. Haciendo consciente el conflicto, tomando las áreas de apoyo y comodidad de la pareja muestro el potencial crecimiento de la relación.
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2 respuestas a El egoísmo bien entendido

  1. Lourdes Delgado Morales dijo:

    Agradezco por rebloguearlo. 🙂

    Le gusta a 1 persona

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