Por Dinorah Jiménez Siles
La creatividad es una de esas palabras mágicas, nombra algo deseado por todos; algo de eso que nos hace humanos a los humanos. Es en estos tiempos de la inteligencia artificial y de las máquinas inteligentes parte de lo que nos separa de los artificios que inventamos. Sin embargo, como suele pasar con las cosas que deseamos, cuando hablamos de la creatividad todos creemos saber qué significa, pero resulta muy difícil ponernos de acuerdo en lo que es.
Quizás el camino más corto para lidiar con este problema es coger al toro por los cuernos y tratar de definirla. Creatividad, obviamente, es tener la facultad de crear. A su vez, crear es la facultad de hacer que algo exista en donde antes no existía. Típicamente, este hacer que empiece a existir una cosa implica: inventarla, forjarla, formarla en la mente, escribirla, pintarla, construirla, producirla, imaginarla… Algo diferente de copiarla, reproducirla o simplemente desplazarla. El acto creativo se cumple con el principio de la doble génesis: lo creado nace primero en nuestra cabeza y luego, a través de algún proceso mediador, aflora en la realidad.
Mozart, en una carta en que describe su propio proceso creativo, distingue estas dos etapas con claridad: “cuando estoy solo conmigo mismo… mis ideas fluyen mejor y con más abundancia”. “Las que me gustan las recuerdo hasta que puedo preparar un buen plato con ellas; esto quiere decir ajustado a las reglas del contrapunto, a las peculiaridades de los distintos instrumentos, entre otros”. “Suponiendo que nada me distraiga el tema se va ensanchando, ordenando y definiendo en mi menta hasta que puedo verlo como un fino retrato o una bella estatua, de un golpe”. “Cuando procedo a escribir mis ideas, las saco de esta bolsa que se encuentra en mi memoria”.
Esta característica permite diferenciar la creación del descubrimiento. Si bien los dos pueden ser, y son, las más de las veces producto de la búsqueda, en la primera lo que buscamos inicialmente aparece en nuestro interior, y luego toma forma en el exterior. Mientras que en el segundo sucede exactamente lo contrario, va de afuera hacia adentro.
Antes de seguir adelante quizás convenga distinguir de la creatividad otros tres conceptos tan cercanos a ella que muchas veces se unen: la imaginación, el ingenio y la inventiva.
Imaginar consiste en representar en la mente algo que no existe o no está presente. Está tan cerca de la memoria como de la fantasía. El ingenio es la habilidad o talento de inventar. Es una capacidad expresiva tanto al resolver problemas, encontrando para ello los medios adecuados que sirvan para las soluciones que se tienen en mente, como en su relación con el humor, al encontrar el aspecto gracioso de situaciones o cosas. Inventar es encontrar la manera de hacer verdaderas o reales cosas que no existen o no son. Por eso, en sus connotaciones negativas esta palabra aparece a veces hermanada con la mentira y la falsedad, y en sus connotaciones positivas con hacer cosas nuevas o desconocidas.
Pensar, expresar y hacer son los elementos que nutren respectivamente cada una de estas palabras. Éstas sin duda, son dimensiones de la creatividad y suelen ser las direcciones a las que tienden las distintas descripciones del acto creativo en función de su origen o preferencias.
Por Eulalio Ferrer, presidente, Grupo Ferrer y profesor de Publicidad y Promoción, ITAM
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