¿Qué podemos hacer por los demás? ¿Sea que tengamos o no tengamos recursos materiales? ¿Cómo ayudar a que otras personas tengan una mejor calidad de vida? Pueden ser palabras, acciones… todo lo bueno vale. Lee esta historia sobre dos pacientes en un hospital y quédate con una linda reflexión de vida, “La Ventana”.
Érase un buen día en que dos hombres muy enfermos coincidieron en ser compañeros de habitación en un hospital. A Alberto, a quien debían drenar el líquido de sus pulmones una vez al día le permitían sentarse en la cama por una hora. Su cama daba a la única ventana que había en la habitación. El otro hombre, Marcos, en una cama más lejos de la ventana debía estar todo el tiempo echado.
Desde el día en que se encontraron en ese lugar, los hombres hablaron durante muchas horas, sobre sus mujeres, sus familias, el trabajo, su infancia, las vacaciones, etc… Todas las tardes cuando Alberto tenía la oportunidad de sentarse en la cama junto a la ventana, le describía a su compañero todas las cosas que veía afuera. Cada día Marcos deseaba que llegara el momento en que su compañero pudiera ver por la ventana para contarle las cosas del mundo exterior.
Alberto describía un parque hermoso con un lago inmenso, patos y cines nadando en el agua, mientras que niños corrían por ahí con sus cometas y mascotas. Jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de colores y muchas plantas que brillaban al sol. A medida que Alberto describía el paisaje con detalles exquisitos, Marcos cerraba los ojos e imaginaba la escena. Una de aquellas tardes, de repente pasó un gran desfile que Alberto describió, con sus personajes, las piruetas que hacían y la gente que veía pasar a esta multitud. Aunque Marcos no podía oír a la banda, podía dibujar en su mente cada palabra descrita.
Pasaron muchos días, semanas y meses hasta que un día la enfermera entró a la habitación de los dos hombres con el agua para la hora del baño encontrando a Alberto sin vida. Ella muy triste fue a llamar a los asistentes del hospital para retirar el cuerpo de aquel amable paciente. Cuando fue adecuado, Marcos pidió ser trasladado junto a la ventana. La enfermera no se negó a tal petición y lo cambió de cama.
Cuando vio que todo estaba bien, se retiró. Marcos se apoyó en su codo y levantó la mirada para por fin echarle una vista al mundo real que Alberto le describía. Se esforzó para levantar la cabeza, girar y mirar por la ventana pero solo vio una pared en blanco. Cuando Marcos vio a la enfermera le contó lo sucedido y le preguntó: “¿Qué podría motivar a su amigo Alberto a describir tantas cosas maravillosas que supuestamente veía por la ventana?” La enfermera respondió: “Alberto era ciego, seguro solo quería animarlo a usted para que se recupere pronto”.
Reflexión
¿Se imaginan si todos nos preocupáramos en hacer cosas buenas para los demás? ¿En hacer que las otras personas sean felices? No necesitamos de miles de dólares para lograrlo. Mira como Alberto lo hizo por Marcos, él le contaba cómo se veían las cosas a través de la ventana y Marcos se mantenía motivado a vivir. A pesar de nuestras propias situaciones debemos pensar en nuestro prójimo. Como solemos escuchar por ahí, el dolor compartido es la mitad de la pena, pero cuando se comparte la felicidad, esta se duplica. Apreciemos las cosas que tenemos. Hoy es un regalo y por eso se le llama “presente”.
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