¿Qué cosas nos motivan a salir de nuestra zona de confort? ¿Qué sucede si carecemos de algunas habilidades pero aún no nos damos cuenta de otras que sí tenemos por explotar? ¿Qué pasaría si aprovecháramos las oportunidades? Lee esta historia llamada “El portero” y llévate una gran reflexión.
Érase un portero de uno de los peores bares del pueblo. ¿Qué podría hacer aquel hombre para mejorar su situación? Nunca aprendió a leer ni a escribir. Un día, el dueño del bar contrató a un administrador joven, creativo y emprendedor quien decidió modernizar el negocio. Hizo varios cambios y dio nuevas funciones a su personal.
Llamó al portero y le dijo: “A partir de ahora usted no solo estará en la puerta dejando a la gente pasar sino que además recibirá un cuaderno donde registrará a las personas que vengan, le dejarán comentarios y recomendaciones que deberá apuntar”. El portero con cara de tristeza le respondió: “Me encantaría hacerlo señor pero yo no sé leer ni escribir”. A lo que el administrador respondió: “¡Qué pena! Pero si no puede hacerlo entonces tendré que despedirlo y contratar a otra persona para su puesto”. El portero rogó: “Señor no me haga esto. Yo he trabajado aquí toda mi vida”. “No puedo hacer nada por usted, le daré una indemnización hasta que encuentre otra cosa. Buena suerte”, le dijo el administrador.
Sin otra cosa que decir el ex-portero dio medio vuelta y se fue. Sintió que se derrumbaba su mundo. ¿Y ahora? ¿Qué haría? Recordó que en el bar hizo varios trabajos sencillos de arreglos de mesas y sillas. Pensó que podría probar hacer ese tipo de trabajo por mientras hasta conseguir un empleo. Lo malo es que no tenía herramientas, solo unos clavos que ya estaban oxidados y una tenaza que estaba que se desarmaba. Decidió usar una parte de la indemnización en comprar una caja de herramientas completa.
Partió hacia el pueblo vecino pues era allí donde había una ferretería. Viajó dos días para comprar sus herramientas. A su regreso el vecino fue a su casa y le preguntó si tenía un martillo para prestarle. El ex-portero le dijo: “Sí, pero lo acabo de comprar y lo necesito para trabajar pues me quedé sin empleo”. “Pero se lo devolveré mañana tempranito”, le dijo el vecino. A lo que el hombre aceptó. El vecino a la mañana siguiente tocó la puerta muy temprano para avisarle que aún necesitaba el martillo. “Mejor véndamelo”. El ex-portero le dijo: “Pero lo necesito para trabajar y la ferretería está a dos días en mula”. El vecino le propuso un trato: “Yo le pago por esos días de ida y vuelta más el precio del martillo”. Esto significada 4 días de trabajo así que aceptó y volvió a montar su mula para ir al pueblo más cercano.
Cuando regresó otro vecino le dijo: “Usted le vendió el martillo al otro amigo, yo necesito herramientas y estoy dispuesto a pagarle por sus días de viaje hasta la ferretería del otro pueblo más un adicional. No tengo tiempo para viajar”. El ex-portero abrió su caja de herramientas y el vecino eligió lo que necesitaba. Le pagó y se fue.
El hombre al pensar que mucha gente necesitaría de su ayuda para ir al otro pueblo a comprar herramientas, aprovechó la oportunidad. Al siguiente viaje trajo más cosas de las que había comprado las primeras veces. El pueblo empezó a saber de este hombre quien se dedicaba a vender herramientas según las necesidades de sus clientes. Al poco tiempo con dinero en mano alquiló un depósito para almacenar herramientas, luego compró unos estantes y así armó la primera ferretería del pueblo. La gente estaba contenta de tener cerca un lugar así y compraban mucho. El ex-portero ya no viajaba, ahora hablaba directamente con los fabricantes quienes le enviaban sus pedidos.
Un día se le ocurrió fabricar las herramientas con su amigo el tornero. Hizo tenazas, pinzas, cinceles, martillos y clavos. En diez años, este hombre se volvió rico y decidió donar una escuela para su pueblo. No solo enseñarían a leer y escribir, sino también oficios prácticos como carpintería, tejido, etc. El Alcalde le entregó las llaves de la ciudad, un honor para un ciudadano. El Alcalde le dijo: “Queremos que firme la primera hoja del libro de actas de la escuela”. El ex-portero le respondió: “Me encantaría pero yo no sé leer ni escribir”. “¿Usted construyó un gran negocio industrial sin saber leer ni escribir?”, le dijo con asombro. “¿Qué hubiera sido de usted si hubiera sabido?”. A lo que el hombre respondió: “Yo sí sé qué hubiera pasado, seguiría siendo el portero del bar”.
Reflexión
Imagínate si el hombre hubiera sabido escribir y leer estaría aún siendo el portero del bar apuntando la información de los clientes. Sin embargo, un cambio en la vida le trajo una gran oportunidad y él la supo aprovechar. Al inicio le fue difícil, se resistía y quería buscar sus herramientas para encontrar un trabajo, sin pensar que eran estas las que le armarían una idea genial. Debemos estar siempre atentos a captar esas oportunidades que aparecen y esforzarnos por hacer bien las cosas cada día.
¿Qué otro consejo te llevas de esta historia?
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