En una cultura en la que sólo gustamos de hablar de éxitos, los fracasos nos colocan en una difícil situación en la que sólo nos producen pensamientos de culpa o vergüenza y nos arrojan en manos de las más molestas emociones.
Sin embargo si conseguimos distanciarnos un poco de los hechos y reflexionar sobre ello, son tantas las cuestiones que no controlamos de todas las acciones que llevamos a cabo durante el día, que lo normal es que no consigamos en muchas de ellas los objetivos planeados o que los resultados no sean los esperados debido a unas expectativas demasiado ambiciosas que no contaban con acontecimientos de última hora.
En lugar de analizar estos hechos para extraer aprendizajes, los convertimos en escenas y recuerdos de tanto dolor que preferimos esconderlos en algún lugar de nuestra mente para sólo volver sobre ellos para castigar nuestra autoestima.
Además, tenemos tan malos…
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