
Cuentan que hace mucho tiempo, un águila, sobrevolando un corral de gallinas, se le desprendió un huevo.
Con tan buena fortuna que, al caer, el huevo no se rompió. Pasada un tiempo, un diminuto pico empezó a resquebrajar el huevo desde dentro: primero fué el pico, luego las garras, hasta que al final consiguió sacar todo el cuerpo.
La pequeña cria de águila se crió junto con los polluelos de las gallinas. Sin embargo los otros pollos se mofaban de él por ser diferente, llegando a picotearle con frecuencia.
Un buen día, un águila sobrevoló el corral y vió cómo hasta los polluelos más pequeños se mofaban de la cria de águila.
Al verlo, el águila se paró y le preguntó al aguilucho:
«¿Por qué te comportas como un pollo si puede saberse?»
El aguilucho le respondió: «soy un pollo».
«No», le contestó tajante el águila. «Eres un águila. Y…
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